Busqué mil y una
maneras,
De que el tiempo
se anduviera más despacio,
Llené mi cuarto de
relojes de arena,
Y ajena veía como los granos caían en el espacio.
Rogué a ciento de estrellas fugaces,
Viajar a la
velocidad de la luz,
Y tal vez en el
cielo encontrarte,
¿También me esperarías
tú?
Intenté mantener
mi mente ocupada,
Para no sentir el
paso violento,
De las tardes que
frente mi ventana pasaban,
Cada segundo lejos
de ti se hacía más inmenso.
Más me encontré
una mañana con tu mirada,
Y tomaste las riendas del lapso,
Rodeaste mi
cintura y sin más,
El tiempo se
detuvo en tus brazos.
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